martes, 12 de junio de 2007

“Lupus” de Frederick Peeters.



Acabo de finalizar la lectura del cuarto y último álbum de “Lupus”, de Frederick Peeters (“Pildoras Azules”, “Koma”), un autor holandés que se dio a conocer ante el gran público con “Píldoras Azules”(ya escribiré algo al respecto de esta obra), y que en “Lupus” retoma una temática similar aunque ambientada en un escenario diametralmente opuesto: la inmensidad del espacio.
Si “Píldoras azules” es una historia de amor costumbrista, “Lupus” es una obra de ciencia ficción atípica. Peeters no está interesado en narrar grandes epopeyas cósmicas ni describir atractivas civilizaciones alienígenas. Su interés está en narrar la historia más vieja del mundo, el paso de la adolescencia a la madurez.
(SPOILER)
El año sabático iniciado con un viaje turístico por el joven Lupus y su amigo Tony para buscar un sentido a sus vidas y ponerse hasta arriba de drogas pronto se complica tras su encuentro con la misteriosa Sanaa, una muchacha fugitiva que huye de su poderoso padre. Los tres inician una escapada que se ve trastocada tras el asesinato de Tony y el embarazo de Sanaa. Lupus y Sanaa huyen por el espacio y diferentes planetas de los secuaces del padre de Sanaa, ayudados por diferentes personajes que se cruzan en su camino hasta encontrar refugio en una abandonada estación espacial. Ayudada por un robot de servicio y por el protagonista, Sanaa acaba dando a luz a un niño pero, finalmente, son descubiertos por el padre de Sanaa y son separados, quedándose Lupus con el bebé.
(FIN SPOILER)
Este es a grandes rasgos, el resumen de “Lupus”, un resumen por el cuál el lector que desconozca el talento de Peeters puede esperar encontrarse con una “road movie” interplanetaria con acción a raudales y narrada a matacaballo. Craso error, este no es un tebeo del montón. En “Lupus” Peeters, un verdadero filósofo, construye una obra hermosamente existencialista sobre la condición humana en la que el espacio no es más que una metáfora para dejar constancia de la finitud del ser humano en el Universo y lo importante que es disfrutar del día a día y de las cosas sencillas. Ningún tema queda fuera de su alcance: la amistad, la soledad, las relaciones filiales, la paternidad, el amor, el sexo, la muerte, la vejez, etc.; todo ello fluye a través del pincel de Peeters con maestría y sensibilidad, reflejado a través de Lupus, un personaje poderoso en su debilidad, capaz de ir abriéndose a lo largo de los cuatro álbumes que componen la serie y madurar al ritmo marcado por su autor. Lupus, de la mano de Sanaa y su embarazo, es capaz de salir de la burbuja creada por él mismo y no encontrar más sentido a la vida que el de seguir viviendo día a día, de dejar de ser un muchacho y convertirse en un adulto.
En “Lupus” es casi más importante lo que se intuye tras cada viñeta y que el autor deja a la inteligencia del avispado lector que lo que sucede realmente en los álbumes. Peeters, un maestro del blanco y negro, alcanza con esta obra una madurez como narrador que ya se adivinaba en obras anteriores y su trazo emborronado y sucio logra dotar de expresividad todo tipo de situaciones y anécdotas, superponiendo pausas y diálogos con acierto, para lograr empatizar con el lector predispuesto de una manera sólo al alcance de unos pocos. “Lupus” es un cómic ideal para pensar y reflexionar. Una obra que explora los sentimientos humanos con originalidad y sensibilidad únicas dejando indiferente a muy pocos.
Amigos de la acción desenfrenada absteneos.